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Carta a un héroe

  Querido Samuel: Las palabras no pueden ser abrazos.  Qué pena.  Perdóname por ello.  ¡No sé cómo expresar la admiración que me produce alguien como tú! La admiración de un ser que no practicaba la violencia, que trabajaba en ayudar a los demás, que nos regalaba su alegría en cada uno de sus actos. ¡Qué pena no haberte conocido! ¡Cuánto ejemplo con tan pocos años! Cómo puede uno entender la cobardía de ejercer la violencia contra un ser humano no violento, un ser humano al que amaríamos solo con que nos detuviésemos media hora a conocerle. Cómo puede uno entender la cobardía extrema de juntarse en grupo para, desde esa posición de poder injustificable, salvaje, ejercer la violencia. Qué sentirán los amigos de estas personas que, bien en solitario o en manada, son capaces de hacer daño a un joven bueno, amable, cariñoso, no violento. Qué sentirán los padres de los que ejercen esta forma de violencia. Qué sentirán sus abuelos, sus parejas, sus futuros hijos. Pero, sobre todo,

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